Fuente: Pablo Allard, Arquitecto, en columna Opinión de La Tercera, 5/12/2011
Las grandes transformaciones urbanas no están exentas de una carga ideológica.
Más allá de las variables económicas, políticas y sociales que las determinan, los recursos, magnitud y permanencia de estas obras en el tiempo son oportunidades únicas de plasmar una visión de ciudad y sociedad.
No es casual que cada mandatario maneje una “agenda urbana” que dé cuenta de su legado.
El Presidente Aylwin advirtió la necesidad de unir al país en causas comunes. Usando como excusa los 500 años del descubrimiento de América, surgieron proyectos de renovación urbana como el Centro Cultural Estación Mapocho y el Parque de los Reyes, a los que siguió el programa de parques urbanos.
El único plan a largo plazo fue el de infraestructura de transporte de 1992-94 para la macro
región central. La calidad y visión establecidas en dicho plan son palpables hoy, pero faltó un plan similar que lo complementara respecto de otros aspectos urbanos y sociales.
Durante la administración Frei se podría haber concebido dicho plan, pero en lugar de activar un proceso de recuperación urbana y cívica de nuestras ciudades, se optó por acciones “desde” el gobierno e incorporando al sector privado bajo condiciones reguladas.
Aquí surgen los desarrollos urbanos condicionados, las concesiones de infraestructura de autopistas, colectores y plantas de tratamiento de aguas, que terminaron siendo los grandes aportes a la ciudad del Bicentenario, pero desde una perspectiva sectorial.
Lagos, por su parte, fue el primer presidente en incorporar el tema urbano en un discurso del 21 demayo. Pero su visión de largo plazo para las ciudades del Bicentenario se empañó por los escándalos del MOP Gate y las expectativas del Transantiago. Sus obras urbanas se tornaron obsesiones por construir un legado a loMitterrand, alineados con una eventual presidencia el 2009 que no llegó. Ejemplo de ello es Cerrillos, que pese a la polémica, ha seguido en pie como iniciativa y hoy espera resolución. Otros proyectos más visibles como el Centro Cultural La Moneda, Matucana 100 y la Biblioteca de Santiago lograron convertirse en aportes relevantes, pero el sesgo personalista de las transformaciones de Lagos tendría fecha de caducidad con la llegada de un nuevo estilo.
El énfasis de Bachelet no estaba en grandes obras. Pese a implementar con éxito el GAM y el programa de renovación de estadios, el alto costo de Transantiago derivó en una cierta indiferencia hacia esta forma de intervenir la ciudad. La administración Bachelet se focalizó en la recuperación de barrios y fortalecimiento de las capacidades de organización de los vecinos. De esta visión surgió “Quiero mi Barrio”, que se propuso intervenir 200 barrios con la meta de recuperar la ciudad. Los frutos se están recién cosechando.
Muchos se preguntan cuál será la agenda urbana del Presidente Piñera. De a poco comienza a notarse una línea de acción diferente a las anteriores, donde el énfasis no está en obras grandilocuentes, sino en una nueva austeridad, donde se buscaría la recuperación de lugares tan relevantes y cotidianos como el entorno del Estadio Nacional, las riberas delMapocho o el Paseo Bulnes.
Pronto se dará a conocer una agenda más explícita que esperemos pueda sumar grandes aciertos a su legado.
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