En la investigación se siguió a 75 personas para conocer cómo se mueven en su vida diaria.
Fuente: Manuel Valencia, La Tercera, 24 de junio de 2012.
Mientras Camila Reyes (19) sale de su casa a las 7.30 para iniciar una caminata de 20 minutos que la llevará a la Estación Plaza de Maipú del Metro, Pamela Zúñiga accede a la Estación Los Dominicos después de haberse despedido de sus hijos, que se fueron al colegio, como de costumbre, en un bus del Transantiago. Paralelamente, desde un edificio ubicado en la calle Santa Isabel, María Eugenia Rivas (39) comienza una larga caminata de 35 minutos exactos -según estima- hasta la oficina, donde trabaja en el centro.
Prácticas tan cotidianas, diversas y simultáneas como éstas fueron las que observó un estudio realizado por académicos de la Universidad de Chile para conocer cómo se mueven los santiaguinos y qué cambios sociales se han generado tras cinco años de Transantiago.
La investigación, financiada por un Fondecyt, se denomina “Santiago se mueve”. Consistió en seguimientos a 75 personas en diversas zonas de Santiago, con profundos contrastes socioeconómicos, como Talagante, Maipú, Pudahuel, Colina, Huechuraba, Providencia, Santiago, Las Condes, La Florida, Providencia, La Cisterna y Puente Alto.
Después de tres años de observación (entre 2009 y marzo de este año), el análisis logró obtener una radiografía dinámica de los hábitos de transporte y las desigualdades que se generan en los trayectos.
“Hay muchas personas que viajan dos o cuatro horas diarias, que lo hacen en forma incómoda o se enfrentan al riesgo de ser asaltadas en barrios periféricos. Otras desarrollan su vida social a bordo de buses y desde ahí viven, ven pasar y van zurciendo la ciudad. Otras, incluso, construyen relaciones amorosas en estaciones de Metro, que se han convertido en el nuevo espacio público por excelencia”, explica la directora del proyecto y académica de la U. de Chile, Paola Jirón.
Entre las prácticas que lograron observar la académica y el equipo que trabajó con ella en la investigación se evidencian cambios laborales. “Transantiago generó grupos de personas que aprovechan los viajes largos para trabajar desde sus teléfonos inteligentes, porque convirtieron el bus en su nueva oficina”, señala.
En lugares de paso, como las estaciones de transbordo, se da el “nuevo comedor” para quienes posponen el desayuno en casa por ganar tiempo de transporte.
“Es una costumbre masiva ingerir productos de baja calidad nutritiva. La falta de tiempo hace que esto suceda. Por ejemplo, la estación intermodal de La Cisterna tiene cuatro panaderías adentro. En muchos lugares está lleno de carritos con sopaipillas y sándwiches. Los espacios del transporte son lugares de alimentación”, agrega.
Mediante el estudio también se detectaron formas de ocupar los medios de transporte. En el Metro se observó la creciente tendencia de pasajeros que se “encapullan” en los trenes: “Viven en su propio mundo, conectados a la música o a su teléfono. Se aíslan del resto”, indica la autora. Otros participan de la creciente práctica de “acampar” en los vagones. “Se instalan, ponen música y se estiran como si el vagón fuese su casa, porque hacen del Metro un lugar propio”, grafica Jirón.
Déficit de información
A partir de los hallazgos, el análisis propone cambios al Transantiago. “El sistema debe considerar en su diseño a las personas y su trayecto, las decisiones que toman, la forma en que se relacionan”, señala la académica.
Para ello, el estudio sugiere mejorar la información al usuario, desde los mapas a la presentación de los servicios. Asimismo, postula que los diseños de buses se adapten a los chilenos y que la infraestructura recoja las necesidades de los usuarios “desde el ancho de los andenes al espacio para hacer transbordos o el potencial que tiene Metro como espacio público”, añade.
El coordinador de Transantiago, Patricio Pérez, concuerda: “El transporte público requiere un sistema de información robusto y consistente que acompañe al usuario en todas las etapas de viaje. Por eso, en el Ministerio de Transportes trabajamos con todas las empresas y Metro para tener una propuesta única. Desde 2010 incorporamos antropólogos y sociólogos a nuestros equipos. Recogen la experiencia y los nuevos hábitos de los pasajeros para incorporarlos en todas las decisiones que involucran cambios de recorridos, mejorando la información que entregamos a las personas”, explica.
Cambios laborales y de alimentación
Personas que trabajan desde sus BlackBerrys e iPhones mientras se movilizan al trabajo, son un fenómeno que se observa cada vez más, según Paula Jirón. Otras se reúnen a realizar transacciones comerciales en estaciones de Metro e incluso las transforman en oficinas móviles.
Nuevas relaciones sociales
Según el estudio, muchos aprovechan el tiempo de transporte en dormir. Otros se dedican a buscar nuevas modas en la ropa. Incluso, hay grupos de jóvenes que se reúnen en estaciones de Metro o en los vagones de los trenes para “acampar” con música y comida.
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